Retiremos el monumento a León Cortés

Retiremos el monumento a León Cortés

Creada
7 de septiembre de 2017
Dirigida a
Hernan Solano Venegas (Ministro de Deporte y Presdiente del Instituto Costarricense del Deporte y la Recreación (ICODER)) y
Firmas: 2116Próximo objetivo: 2500
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Por qué es importante esta petición

Durante varios años ha llegado a la atención de muchos ciudadanos costarricenses que hay una estatua de León Cortés Castro en el extremo este del Parque Metropolitano La Sabana en la provincia de San José. Hemos concluido que el monumento debe ser retirado.

El expresidente León Cortés Castro no merece un monumento frente a la principal avenida del país, ni en ningún otro espacio público. Su legado debe permanecer en los museos y libros de historia donde se recuerde que Costa Rica no está vacunada contra el fascismo y el nazismo.

En otras latitudes de nuestro continente ha surgido un ávido debate con respecto a la eliminación de estatuas y monumentos de líderes autoritarios y esclavistas. Un monumento público no es un pedazo de historia, pero existe para honrar a alguien o algo. Lo que honremos, lo respaldamos. Así, cualquier monumento a un caudillo filo-fascista es un endoso a sus ideas.

Esto nos preocupa profundamente y creemos que no representa los intereses de la comunidad costarricense. A medida que la estatua de Cortés Castro permanezca en su lugar, sigue enviándonos el mensaje de que el Instituto Costarricense del Deporte y la Recreación, como ente administrador del espacio, es complaciente con la presencia de la iconografía caudillista, filofascista, anticomunista y antisemita en los terrenos del principal y más grande espacio público de la capital.

Durante su administración (1936-40), Cortés Castro acusó abiertamente a la anterior de haber permitido “durante largo tiempo el ingreso de todos los extranjeros al país sin llenar los más importantes requisitos” y con tal de parar este “atropello” tomó medidas para restringir el ingreso de “polacos”, cosa que culminó con el cierre de fronteras a quienes huían del holocausto europeo. Esto como mínimo debe ser suficiente para justificar la remoción de la estatua, pero también es importante aclarar el mito y discurso creado sobre Cortés Castro durante la post-guerra civil. El complejo escultórico fue una herramienta utilizada por los ganadores de la guerra civil de 1948 para detener el tiempo, manifestar una oposición de la Segunda República al bando vencido, inmortalizar la muerte de Cortés y materializar su “santidad laica”.

El monumento fue inaugurado en abril de 1952, gracias a donaciones de mecenas privados. En el momento de su construcción, el Gobierno intentó convencer a la ciudadanía que Cortés Castro fue “un gestor de amor profundo a las instituciones de los pueblos libres.” Afortunadamente, la historia ha sido capaz de aclarar y corregir este registro.

El mito de Cortés Castro como defensor de las instituciones democráticas también ha sido desmentido por la historia. Durante la dictadura de Federico Tinoco en 1917, Cortés fungió como gobernador y comandante de plaza de Alajuela cometiendo arrestos, palizas y registros de domicilios y comercios arbitrarios contra la ciudadanía. La violencia de las brigadas de choque durante las manifestaciones cortesistas y comunistas en 1943 también sirve de indicador de que Cortés Castro no fue un amigo del diálogo y la democracia.

En la memoria de Gobernación de 1936, el gobierno de Cortés afirmó que los judíos son propagadores del socialismo y propuso restringir su ingreso al país. Quizá sin conocer el dato, en 1937 una organización humanitaria propuso al gobierno costarricense ubicar en el país a mil quinientas familias judías procedentes de Alemania. La iniciativa no le costaría ni un centavo a Costa Rica, más bien la organización estaba dispuesta a pagar lo que le pidieran y a comprar la finca para crear allí una colonia. La respuesta no solo fue negativa sino que, en 1939, el gobierno ordenó la salida de todos los judíos procedentes de Alemania y Austria que estuvieran en Costa Rica. Además, la firma de Manuel Francisco Jiménez Ortiz, encargado de Relaciones Exteriores, en una declaración continental a favor de la democracia y en contra de las dictaduras, le significó su despido o decisión de Cortés.

León Cortés fue un filo-fascista. A parte de su admiración personal y familiar por los regímenes europeos, nombró al Presidente del Partido Nazi de Costa Rica, Max Effinger, como su asesor en cuestión de migración. Con la venia de Cortés Castro, Effinger rechazaría las solicitudes de ingreso de judíos porque estos no “eran de la raza aria”, posición reflejada en la Circular Nro.667-F de la Secretaría de Relaciones Exteriores del 7 de noviembre de 1939. Así su gobierno se sumó a la política de cierre de fronteras que promovían los regímenes fascistas, impendo el arribo de “elementos indeseables, peligrosos” y de “gentes maleantes cuyo ingreso está cerrado por leyes prudentísimas” según palabras del representante de Cortés ante la Conferencia de Evian. Persiguió a Joaquín García Monge por haberse atrevido a publicar, en el Repertorio Americano, artículos antifascistas. También intentó cerrar el diario La Tribuna, de José María Pinaud retando a duelo al periodista.

En 1937, un buque de guerra alemán visitó Costa Rica. La bandera nazi con la esvástica ondeó junto al pabellón nacional costarricense y los marinos presentaron armas al presidente Cortés en desfile militar que culminó en un encuentro amistoso en Casa Amarilla. Quienes protestaron contra esta ofensa a nuestra Nación, en su mayoría comunistas, fueron encarcelados.

Cortés Castro fue un déspota y un nepotista. Colocó a sus hermanos, cuñados, sobrinos e hijos en puestos clave del gobierno. En su afán por tener el país bajo su control, llegó hasta a quebrantar la legislación vigente. En las elecciones de medio periodo de 1938, destituyó a los miembros del Consejo Electoral y anuló la elección de Carlos Luis Sáenz como diputado por su militancia comunista.

El mito de Cortés Castro como respetuoso de las instituciones democráticas y las libertades se empezó a fraguar con su fallecimiento y aumentó como consecuencia de la polarización política que condujo a la guerra civil y a la instrumentación de su figura por parte del bando ganador que lo convirtieron en una especie de símbolo de la democracia con el monumento de La Sabana. De manera que la imagen que pretende imponer el monumento no guarda relación alguna con los actos del León Cortés Castro de carne y hueso. Hoy debemos recuperar la perspectiva histórica y resituar el monumento en un museo, no en un espacio de glorificación pública.

La apología de los monumentos de personas como Cortés Castro pretende presentarlas como un reconocimiento del valor de los hombres o a partes aisladas de su accionar como líder en el lado equivocado de la historia a las puertas de la Segunda Guerra Mundial. Es imposible separar la figura de un defensor confeso del fascismo. Vale la pena recordar que en Europa ninguna ciudad mantiene monumentos a los líderes fascistas mientras en Costa Rica no existe ningún monumento que honre a los judíos y comunistas perseguidos por León Cortés.

Los monumentos no significan cosas por su cuenta. Significan cosas porque las dotamos de una función y significado. En un conocido manifiesto de 1909, el ideólogo del fascismo, Filippo Tommaso Marinetti plasmó algunas de las ideas que también inspiraron la construcción del monumento a León Cortés: “Queremos glorificar la guerra -única higiene del mundo-, el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los anarquistas, las ideas por las cuales se muere y el desprecio por la mujer.”  Así que esta estatua de Cortés Castro, que la mayoría de costarricenses habrán pasado por alto e ignorado muchas veces, adquiere una valencia inaceptable en el marco de una Nación democrática, libre, multiétnica y pluricultural.

El deber nos obliga a reconocer que aquellas partes de nuestra historia que van en contra de los valores fundamentales de una Nación democrática, libre, independiente, multiétnica y pluricultural no pertenecen a pedestales en el corazón de nuestra capital.  Las actuaciones del presidente Cortés Castro dividieron nuestro país y pretendieron subyugar a miles de personas en razón de sus creencias y origen. Esta es una historia que, por encima del cemento y la varilla, nunca debemos olvidar y una que tampoco debemos volver a colocar sobre un pedestal para ser reverenciada.

Como ciudadanos, creemos que las estatuas y monumentos en espacios públicos no son simples preservaciones de la historia. En su lugar, sirven principalmente como glorificaciones de los individuos. Por lo tanto, solicitamos la remoción del monumento a León Cortés Castro. No apoyaremos la glorificación del fascismo.

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Destinatarios de la petición

  • Hernan Solano VenegasMinistro de Deporte y Presdiente del Instituto Costarricense del Deporte y la Recreación (ICODER)
  • Sylvie Durán SalvatierraSylvie Durán Salvatierra
  • Johnny Araya MongeAlcalde de San José